Muchas gracias a La Mecha y especialmente a Franco Muñoz por tan hermosa entrevista.
Por Franco Muñoz
El 1° de febrero fue la presentación de “La mitad de casi todo”, el primer poemario de Cristian Marin. Desde La Mecha hablamos con el autor sobre su obra y lo ineludible de la autogestión.
Las opiniones extranjeras sobre las conductas y la idiosincrasia de una comunidad sorprenden por su certeza. Encontramos un ejemplo cuando alguien visita San Juan y destaca la calidez de sus habitantes, algo que en nuestra cotidianidad no visualizamos. Y en el caso de Cristian Marin, es inmediato.
Él es diseñador gráfico. Su currículum abarca la docencia en la UNSJ y la producción cultural y artística desde el diseño. Todo impregnado por la mirada de la Extensión Crítica. ¿Qué le faltaba a esa argamasa? Creación literaria.
Cristian hace ya tiempo, dice. Dice cuando escribe en fanzines, cuando trabaja desde la editorial autogestionada Panlengua, cuando participa en talleres literarios o los coordina, cuando lee en eventos. Cristian inauguró febrero con su libro La mitad de casi todo y lo presentó en Dos Plantas, un espacio de producción cultural local. Todo está conectado.
Con la excusa del libro elegimos la siesta para prender la grabadora e intentar responder un interrogante: ¿Qué nos vuelve cálidos ante los ojos de los demás?
¿Qué hay en lo dicho?
La mitad de casi todo reúne trabajos antiguos y recientes de Cristian bajo una misma estética: hablar de sus sentires personales, de San Juan, de viajes, balanceando entre la crudeza y la calidez. Para el autor, “Todas (viejas y nuevas) han tenido que pasar por un proceso de pulido fino”.
La mitad de casi todo reúne trabajos antiguos y recientes de Cristian bajo una misma estética: hablar de sus sentires personales, de San Juan, de viajes, balanceando entre la crudeza y la calidez. Para el autor, “Todas (viejas y nuevas) han tenido que pasar por un proceso de pulido fino”.
Algunas de las poesías presentes en este libro han estado guardadas y aparecen acá por primera vez. Otras, formaron parte de antologías o revistas literarias o han sido leídas en público. Cristian destaca que las más antiguas partieron muchas veces de talleres de literatura, fundamentales en su camino como escritor. “Cuando buscaba más el ejercicio de estar en un taller literario, completaba la consigna del momento y, en paralelo, escribía otra cosa que me disparaba la tarea, pensando en éste proyecto. A éste libro lo vengo pensando hace unos ocho años. Y hace tres, se fue cerrando como lo que ahora es”.
Las correcciones de las que habla Cristian estuvieron atravesadas por situaciones complejas. El texto se terminó en abril de 2021 y para éste momento, nos encontrábamos con la incertidumbre de la pandemia de COVID-19. Además, su pareja estaba a un mes de dar a luz, el padre de un amigo falleció por coronavirus y también fue la partida de Carolina Meló, artista sanjuanina. Así y todo, contó con la corrección de Álvaro Olmedo, Sebastián Olaso, Mariana Arias y sus compañeras de Panlengua, Celina Ugrin, Gisella Cardin y Gabriela Díaz.
Tramas imprecisables
La mitad de casi todo fue para el autor una posta en su ruta. Un “sacarse la mochila” para así pensar en otros proyectos, sin buscar grandezas. “No veo éste libro como un logro, como algo que pretenda ser atemporal o generar una gran obra. No me como esos versos. Pensar eso a esta altura de la historia me parece patético. No pienso dejar un legado ni hacer ‘la obra sanjuanina/nacional’”.
La mitad de casi todo fue para el autor una posta en su ruta. Un “sacarse la mochila” para así pensar en otros proyectos, sin buscar grandezas. “No veo éste libro como un logro, como algo que pretenda ser atemporal o generar una gran obra. No me como esos versos. Pensar eso a esta altura de la historia me parece patético. No pienso dejar un legado ni hacer ‘la obra sanjuanina/nacional’”.
Para una de sus anteriores producciones como La Cosa – Fanzine en vivo, Cristian y su compañero de León Théremin Mauro Lima, conectaron textos con una playlist de Spotify y remeras con los collages de los fanzines. Con La mitad de casi todo, piensa en lo audiovisual: “Me dan ganas de hacer cositas audiovisuales. Decirle a gente amiga, que sé que le va a copar la idea y, quizás, resulte en alguna pieza audiovisual que le robe algo al libro. La premisa tiene que ser divertirnos”.
Como adelantamos, el libro está editado por el sello Panlengua. Para Cristian, esto ha significado mayores libertades gracias a la calidez que encuentra en quienes trabajan desde la autogestión cultural: “Que ellas (sus compañeras de Panlengua) hayan estado desde el día en que el libro se terminó de escribir hasta ayudando en la presentación del 01° de febrero, fue una gran ventaja. Contar con tanto apoyo es una locura. El eje es ese: la calidez. En eso está la diferencia de haber laburado con ellas. Estar tan dentro del proceso de todo. No controlando sino disfrutando”.
Para próximas tiradas, el autor no piensa en grandes producciones. La ventaja de Panlengua es el cuidado y la presencia en cada detalle del proceso. Cristian entiende que una editorial grande le permitiría una mayor tirada pero allí se perdería gran parte de su búsqueda.
Asimismo, la obra cuenta con ilustraciones de un protagonista de la cultura sanjuanina: Duilio Alejandro Tapia. Duilio también musicalizó la presentación con casettes y vinilos y realizó intervenciones en vivo, ayudando a esa completar la velada: “Es impresionante como el loco emana calidez. He compartido con él una materia de la facultad y hasta ahí tiene eso. A mí me interesó muchísimo que esté en el libro porque sabía que le iba a poner ese tinte. Además, es un amigo que re mil milita todo lo autogestivo. Conversamos y hablamos el mismo idioma. Como muchas cosas que he hecho con él, siempre la onda es ‘Hace lo que vos quieras’. Me encanta laburar así”.
Habitantes de lugares
El concepto de calidez persiste en su mirada. Se reconoce redundante. Pero no puede evitarlo. Siente que es el hilo que atraviesa todo: “La presentación en Dos Plantas me sorprendió un montón. No pensaba que iban a haber más de cien personas. Sinceramente, nos quedó chico el espacio. Por un lado, lo padecimos. Estuve corriendo para todos lados, un montón de gente vino y se fue y no pude conversar con ellos. Pero, por otro lado, la pasamos re bien. El espacio me parece muy acogedor. Nunca imaginé la presentación en otro lugar. Tenía que ser acá. Y es que todos teníamos que hablar el mismo idioma. En Dos Plantas, con los chicos y las chicas de acá, es algo muy fácil de resolver. Siempre hay predisposición y nos exigimos para ser buenos anfitriones. La gente que transita estos lugares es con quienes quiero compartir mi tiempo y es la gente que quiero que lea mi libro”.
El concepto de calidez persiste en su mirada. Se reconoce redundante. Pero no puede evitarlo. Siente que es el hilo que atraviesa todo: “La presentación en Dos Plantas me sorprendió un montón. No pensaba que iban a haber más de cien personas. Sinceramente, nos quedó chico el espacio. Por un lado, lo padecimos. Estuve corriendo para todos lados, un montón de gente vino y se fue y no pude conversar con ellos. Pero, por otro lado, la pasamos re bien. El espacio me parece muy acogedor. Nunca imaginé la presentación en otro lugar. Tenía que ser acá. Y es que todos teníamos que hablar el mismo idioma. En Dos Plantas, con los chicos y las chicas de acá, es algo muy fácil de resolver. Siempre hay predisposición y nos exigimos para ser buenos anfitriones. La gente que transita estos lugares es con quienes quiero compartir mi tiempo y es la gente que quiero que lea mi libro”.
En todo este camino, ¿cómo pasar del consumo a la producción cultural? La respuesta, siempre, es menos rebuscada. Para el autor, la solución puede venir de dos formas. Por un lado, animarse. Atentar contra la moral y las buenas costumbres: “Siento que me he criado en una sociedad muy prejuiciosa y elegí no darle bola. Me dije ‘Ya está. Hago lo que quiero. Ya fue’. Muchas veces me pasa que me meto en tantos proyectos que me termino yendo de mambo pero siempre pienso que todas y todos hablamos el mismo idioma y eso ayuda un montón a que concretes una idea”.
Por otro lado, tener presente en sus consumos las voces de San Juan: “Me gusta mucho lo que crean mis pares en la literatura, en las artes visuales, en diseño. La cultura local me estremece. Siento que me motiva y me inspira”. Destaca la familiaridad que aparece con lo local y que eso trae aparejado el sentirse un agente de cambio: “Me invita más a producir, a hacer, a modificar, a interrumpir, leer cosas de acá que leer a Cervantes, por ejemplo. Para producir ‘La mitad de casi todo’, me he comido un montón de libros, he transitado un montón de talleres y he vivenciado un montón de cosas. El poemario condensa un montón de experiencias y vivencias que son re cuyanas. Y no las padezco”.
Algo quiere salir
Cristian Marin se encuentra en un estado de crisis constante. El mercado masivo, el blanco o negro, lo ponen en jaque. ¿Entrar o no al mercado? Para él, la salida a ese binomio existe. Puede pensarse y llevarse a cabo otro tipo de economía y otro tipo de producciones por fuera de ese tablero: “Hay que mirar a otro lado. A otro tipo de mercado. Producir de otra manera que no sea la masiva. Es una filosofía distinta. El diseño gráfico tiene una mirada muy corporativa de tu quehacer. Muchas materias de la carrera aspiran a que estés laburando en una empresa. Eso está buenísimo pero, en paralelo, hay un montón de gente que queda afuera. No todas ni todos los estudiantes que pasan por la universidad van a tener la posibilidad de trabajar en una multinacional. ¿Y qué haces con toda esa gente, a la que además ya le generaste desde antes tremenda frustración? Me parece que algo mucho más real es producir de manera más reducida, con responsabilidad ambiental, con enfoques de rescate de algún sistema de reproducción artesanal. Si empezás a buscar, te das cuenta que realmente es muy amplio todo lo que podes hacer y que no tiene nada que ver con una multinacional. Y la vas a pasar mucho mejor”.
Cristian Marin se encuentra en un estado de crisis constante. El mercado masivo, el blanco o negro, lo ponen en jaque. ¿Entrar o no al mercado? Para él, la salida a ese binomio existe. Puede pensarse y llevarse a cabo otro tipo de economía y otro tipo de producciones por fuera de ese tablero: “Hay que mirar a otro lado. A otro tipo de mercado. Producir de otra manera que no sea la masiva. Es una filosofía distinta. El diseño gráfico tiene una mirada muy corporativa de tu quehacer. Muchas materias de la carrera aspiran a que estés laburando en una empresa. Eso está buenísimo pero, en paralelo, hay un montón de gente que queda afuera. No todas ni todos los estudiantes que pasan por la universidad van a tener la posibilidad de trabajar en una multinacional. ¿Y qué haces con toda esa gente, a la que además ya le generaste desde antes tremenda frustración? Me parece que algo mucho más real es producir de manera más reducida, con responsabilidad ambiental, con enfoques de rescate de algún sistema de reproducción artesanal. Si empezás a buscar, te das cuenta que realmente es muy amplio todo lo que podes hacer y que no tiene nada que ver con una multinacional. Y la vas a pasar mucho mejor”.
La calidez, entonces, es norte. Ayuda a que la palabra y la acción tengan solidez. Y como con Cristian, la solución está en hacer de la simpleza, una poética.
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