parte uno
MARQUESINAS DEL SIGLO PASADO

Tienen algo para decir. Seguramente antes decían otras cosas, y seguro las gritaban a luces: nombres, rubros, frases, eslóganes; de hecho lo siguen haciendo, pero poco vemos. Es que ahora el municipio va podando los árboles en meses que nada tienen que ver con la poda y los árboles con toda esa bronca crecen cada vez con más fuerza de savia. Entonces, las ramas tupidas van tapando las letras, las estructuras metálicas, las luces de neón quemadas, pre-moldeadas por letristas y por la intemperie. No sólo estos gigantes interfieren, el tiempo -otro gigante- también hace lo suyo, como el comercio mismo, las nuevas estrategias de venta, los canales, las redes sociales, la comunicación (con todo lo que eso implica) va cubriendo por parte a las marquesinas del siglo pasado. Sin embargo, este proyecto muestra y sostiene la hipótesis de que los anclados al tiempo somos nosotres. Los mecanismos que lo comprueban son infinitos: el campanil de la catedral sonando en secuencia cronometrada, las filas que hacen las personas horas antes del horario de apertura, los formularios encajonados de aquellos que solicitan cosas, entre miles de otros. Por consiguiente, él nos lleva a su ritmo, sin que podamos opinar de la velocidad, sin poder decidir entre sentarnos, quedarnos de a pie o correr. Sería como si una gran masa de agua nos arrastrara a su merced -y en paralelo- estos patrimonios se encuentran amurados al espacio.​​​​​​​
El registro fotográfico fue realizado por Mauro Lima y Cristian Marin.




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